Bueno, creo que nunca está de más un post de Naraku y sus sentimientos ajenos...
Naraku siempre ha sido un hombre muy emocional, como si sus emociones lo devoraran vivo. Es curioso: por un lado está el Naraku frío y calculador, el estratega impecable que mide cada palabra y cada gesto; por otro, el Naraku más emocional, a veces torpe e inexperto para lidiar con todo eso que siente. Es un contraste fuerte, casi como si fueran dos personas distintas dentro de él.
Tampoco es un secreto que nunca se tomó el tiempo para gestionar sus emociones. En lugar de enfrentarlas, buscó la forma de deshacerse de ellas. Pero, por supuesto, ese no era el mejor plan, porque esas mismas emociones siempre volvían a darle una bofetada cuando menos lo esperaba. Entonces, por mucho que intentase "anestesiarlas", nunca dejaba de sentirlas realmente.
Sin embargo, no es que Naraku tuviera demasiadas opciones desde el principio. Nació de un hombre consumido por pensamientos oscuros y demonios hambrientos de violencia. Era como si el veneno corriera por sus venas desde el primer aliento. Así que, sí, nunca hubo un camino fácil para él, ni una salida clara.
Otra cosa interesante es su relación con Kikyō. ¿La ama? Oh, sin duda. Y también la odia con una intensidad igual de feroz. A lo largo de la serie, una de sus prioridades es matarla porque sabe que la sacerdotisa representa su mayor debilidad. Su corazón, el último vestigio humano de Onigumo, reacciona ante ella. Esa conexión es su "último remanente humano", y por eso mismo quiere destruirla: eliminar lo que percibe como un obstáculo para alcanzar el poder o encontrar algo de paz.
Aunque, en el fondo, probablemente ni el poder ni el amor lograrían darle alivio alguno. Creo que, de algún modo, todo terminaría siendo insuficiente para él, y ese vacío en su interior seguiría ahí, insaciable. Pero eso es sólo mi opinión, basada en lo oscuras que son las raíces de Naraku.
Ahora, quisiera repasar con ustedes un momento interesante...
✨ Capítulo 173: Celos ✨
¿Los celos de Naraku? Siempre me ha parecido fascinante y brutal su reacción: llegar al punto de desollarse la espalda por la rabia. Es como si se odiara profundamente por sentirse humano, por experimentar algo tan mundano como los celos. Se notaba a kilómetros lo disgustado que estaba consigo mismo, lo mucho que se despreciaba. Y es que esos celos dejaban claro que sus emociones estaban a flor de piel, devorándolo desde dentro. Pero lo más impactante es lo aterrador que resulta verlo así, porque incluso Onigumo, con lo poco que sabemos de él, siempre transmitió esa misma sensación de peligro latente.
Es decir, hace cincuenta años, ¿qué fue lo que atrajo a Onigumo hacia ella? La Perla de Shikon. Entonces, cuando Onigumo se entera de que Kikyō planea entregarle la joya a otra persona y que comparte sentimientos con dicha persona (InuYasha), su furia estalla como un volcán No es una reacción de celos románticos por un lado, su deseo de robar la Perla es absoluto, y por el otro, hay un morbo oscuro en él que anhela ver a Kikyō sumida en el dolor y la agonía. No busca hacerla feliz ni casarse con ella; su verdadero deseo es raptarla.
Seguimos con las imágenes y sus pies de nota, que son importantes. 👇
➜ Onigumo es un personaje que encarna el sadismo de manera inquietante. Pero, ¿qué significa realmente ser sadista? Un sadista es una persona que experimenta placer o satisfacción al ver sufrir a otros, ya sea de forma psicológica o física. Este deleite en el dolor ajeno no es sólo una característica superficial; es un rasgo profundamente arraigado en la psicología de quien lo padece. En el caso de Onigumo, podemos concluir que sus sentimientos hacia Kikyo tienen una clara inclinación sadista. Y así, nos encontramos ante la pregunta: ¿es esto amor sadista o simplemente un sadismo en su forma más pura? La respuesta queda abierta a la interpretación.
Personalmente, creo que hay algo que se asemeja al amor en su locura, aunque también es cierto que Onigumo estaba acostumbrado a obtener lo que quería, pero su situación actual –postrado, incapaz de actuar, con graves heridas y el tiempo en su contra– lo llevó a una obsesión desesperada. Era como una bomba de tiempo, lista para estallar no sólo por su deseo por Kikyo, sino también por el abrumador peso de su sufrimiento.
Lo digo porque me cuesta imaginar que ser quemado vivo y quedar paralizado haya sido en absoluto placentero. Seguramente, toda esa agonía se acumuló y lo empujó a aceptar el oscuro trato que le ofrecieron los demonios, atraídos por su dolor y sus espantosos pensamientos: la promesa de volver a caminar a cambio de su cuerpo y su alma.
Se lo comieron, entonces; dientes, garras y bocas hambrientas desgarrándolo en un festín grotesco. Es impactante pensar que Onigumo conoce de primera mano lo que significa ser devorado vivo.
➜ Sé que algunas personas (me incluyo), suelen ver a Kikyō como la única razón detrás de todo, pero hay más capas en esto. Onigumo no sólo estaba obsesionado con ella, sino que también anhelaba recuperar un cuerpo funcional y saludable. No olvidemos que estaba atrapado en un estado de completa parálisis, y su deseo principal era liberarse de esa prisión de carne herida y quemada. Kikyō fue una obsesión para él, no lo niego, pero diría que era más bien el "bono" en esta historia.
La verdadera prioridad de Onigumo era volver a moverse, recuperar su fuerza y robarse la Perla de Shikon. Y si en el proceso lograba tomar a Kikyō como una especie de trofeo o capturarla como parte de su "venganza personal", mejor aún. Sería un premio doble.
Dicho de otra manera, el deseo de Onigumo por un cuerpo sano y por la Perla estaba tan entrelazado con su obsesión por Kikyō que terminó generando algo completamente monstruoso: Naraku. Y eso es lo que me parece fascinante de esta historia. Es brutal y trágico a la vez, y de esa combinación tan oscura nació un villano que no sólo carga con los deseos humanos de Onigumo, sino también con toda la malicia de los demonios que lo devoraron. Hay algo terriblemente hermoso en todo esto, algo inquietante y magnético. Pero bueno, eso ya es cosa mía.
➜ Otra cosa que me gusta pensar es que, como bien dijo Kikyō, Naraku podría haber contaminado la Perla de Shikon con un solo toque. No necesitaba necesariamente tender esa trampa a ella e InuYasha, pero lo hizo de todos modos. Y no tanto por celos, sino más bien por pura malicia; algo así como un movimiento completamente intencional, hecho por el simple placer de jugar con sus víctimas, de disfrutar su sufrimiento y manipular sus destinos.
Desde su primer aliento, Naraku tuvo una naturaleza deliberadamente cruel. No se limita a buscar poder por poder; encuentra satisfacción en manipular y engañar, en llevar a las personas hacia la desesperación y la ruina.
Pienso que Naraku disfrutaba especialmente viendo cómo caían aquellos que eran "puros" o creían serlo. Por eso quería que Kikyō usara la Perla para salvarse; no porque la apreciara, sino porque habría sido fascinante verla renunciar a sus principios por supervivencia. De hecho, Naraku se parece a alguien que encerraría a dos criaturas de especies diferentes sólo para ver si se devoran entre sí, por pura curiosidad y diversión. Su trampa no fue sólo una estrategia, sino un entretenimiento para él, un reflejo de su carácter retorcido y sadismo innato.
Y en ese sentido, lo que hace que Naraku sea tan peligroso y complejo es que nunca actúa por una única motivación. No se trata sólo de poder o de venganza; es el simple y cruel deseo de quebrar, de corromper lo puro y de llevar al límite a aquellos que se creen fuertes o virtuosos.
➜ En efecto, sus celos no fueron la única razón detrás de sus acciones (en este caso, separar a Kikyō e InuYasha). Sí, los celos jugaron un papel, pero no son todo. Lo que realmente destaca es que Naraku siempre ha estado profundamente solo. No es un secreto que, a pesar de su carisma y capacidad para manipular, nunca tuvo amigos ni aliados verdaderos. Y no es porque no pudiera tenerlos; en realidad, fácilmente podría haberlos tenido si hubiera querido. Pero Naraku se asegura de mantenerse aislado, siempre guardando distancias, destruyendo cualquier vínculo antes de que pueda formarse.
Esa soledad lo define de una manera cruel. En su mundo, todo lo que no puede controlar o poseer lo rompe. No soporta la idea de algo fuera de su alcance, algo que no pueda moldear a su antojo. Así que, en lugar de dejar que otros se acerquen, los utiliza o los destruye. Y esto lo convierte en un ser lleno de contradicciones. Por un lado, busca poder, pero por otro, parece condenado a sabotearse a sí mismo, a alejar todo lo que podría brindarle un tipo de conexión más humana.
Naraku no tiene una motivación única o clara. Es un hombre impulsado por resentimiento, ansias de control y una crueldad que lo lleva a destruir todo a su paso. Lo contradictorio es que, aunque persigue constantemente el poder absoluto, se queda con un vacío, incapaz de encontrar la satisfacción que busca. Está siempre en guerra consigo mismo, saboteando sus propios deseos. Su soledad, autoimpuesta y profunda, lo vuelven trágico: un hombre que se aísla más y más, hasta que no le queda nada más que su propia oscuridad.