Naraku siempre tuvo un profundo sentido de autoconservación. Por eso, no es sorprendente que evitara a toda costa el poder espiritual de Kagome o Kikyō, lo cual es una reacción bastante común en cualquier yōkai. Después de todo, ¿quién en su sano juicio querría enfrentarse a una purificación que podría desintegrarlo por completo?
Pero aquí está el detalle que muchos parecen pasar por alto: no es que Naraku temiera a Kagome o a Kikyō personalmente. La verdad es que su miedo estaba más relacionado con algo mucho más amplio y fundamental: la muerte misma.
Naraku sabía que no era invulnerable. Su habilidad para escapar de situaciones peligrosas y sus estrategias meticulosas estaban diseñadas para mantenerlo con vida, no porque tuviera miedo de un rival en particular, sino porque el simple hecho de morir era una perspectiva que no podía soportar.